El SARS-CoV-2 ¿Cómo se propagó tan rápido y qué relación tiene con la 5G?

La propagación mundial del presunto coronavirus SARS-CoV-2 que según la OMS ha causado la enfermedad bautizada como Covid-19 ha sido tan rápida como inexplicable pero aún lo es más que en unos países se haya expandido tanto y en otros cercanos tan poco, por mucho que intente explicarse con la adopción temprana de medidas de prevención. Entendemos que las cifras que se manejan son ficticias porque la fiabilidad de los test es nula y los números de «contagiados» -debería hablarse de personas que dieron positivo al test que no es lo mismo- y «muertos por Covid-19″ son una farsa. De hecho hoy ya se sabe que se han achacado numerosos fallecimientos al SARS-CoV-2 cuando padecían otras enfermedades que fueron la causa ¡solo porque también habían dado positivo a esos test sin credibilidad! En suma, ni las cifras de contagiados ni las de muertes de la supuesta pandemia son creíbles pero en un ejercicio de ucronía hemos decidido partir del supuesto de que fueran reales para formular tres hipótesis sobre su propagación avaladas por los conocimientos actuales aunque a muchos alguna pueda parecerle fantasiosa. Y las tres están relacionadas con la implantación de la tecnología 5G.

El pasado 14 de abril el biólogo español especializado en Microbiología que trabajó e investigó en los laboratorios Hubber con bacterias y virus de la viruela Bartomeu Payeras Cifre -profesor de Matemáticas, Física y Química y creador del Departamento de Microbiología Marina del Laboratorio Oceanográfico de Palma de Mallorca- publicó un informe según el cual «los resultados obtenidos demuestran con toda rotundidad una clara y estrecha relación entre el índice de casos de coronavirus y la ubicación de antenas 5G«. Claro, conciso y contundente.

El método utilizado fue comparar el número de casos por millar de habitantes entre países con o sin tecnología 5G, entre regiones de un mismo país con o sin ella, entre ciudades de un mismo estado con o sin 5G y entre los diferentes barrios de una ciudad. Asimismo se tuvieron en cuenta los estados con fronteras comunes con y sin tecnología 5G y los casos particulares de estados dentro de otros (como San Marino). Pues bien, el autor recalca en su informe que es la primera vez que una pandemia «presenta un ‘efecto de frontera’ con marcadas diferencias entre estados contiguos con o sin implantación 5G». Y cita especialmente el caso de San Marino ya que fue el primer estado del mundo que implantó esa tecnología, es donde sus ciudadanos han estado más tiempo expuestos y «sospechosamente es el primer estado del mundo en índice de contagios». Añadiendo: «La probabilidad de que eso suceda es de 1 entre 37.636».

Los datos son tan contundentes que desechar la relación entre la pandemia y la tecnología 5G sin más solo es posible siendo un cínico o alguien que ante la falta de argumentos para contrarrestarlos y teniendo interés en descalificarlos recurre al insulto o a la descalificación. Lo cierto es que estos datos solo parecen poder explicarse a nuestro juicio con tres posibilidades: que la 5G haya afectado mucho la salud de las personas más débiles infectadas contribuyendo a agravar su estado, que sus radiaciones hayan sido la única causa de las disfunciones o que se haya usado directamente para inocular el virus en nosotros ¡implantando su ADN mediante frecuencias! Y si supone de antemano que ésta última es una idea más propia de la ciencia-ficción que de la ciencia vamos a hacerle replantearse esa suposición.

Sobre la primera posibilidad, la de que las radiaciones electromagnéticas hayan podido afectar al sistema inmune y a la homeostasis de las personas afectadas propiciando el contagio o pudieran haber agravado su estado si ya estaban infectadas no vamos a profundizar porque nos parece innecesario. Se ha dedicado numerosos reportajes a ello que lo demuestran más allá de cualquier duda razonable y el lector puede consultarlos en la web: www.dsalud.com. De hecho la inmensa mayoría de los científicos del mundo lo saben aunque se les haya silenciado imponiéndose a la sociedad a través de los medios de comunicación «la verdad oficial» que solo apoyan quienes se encuentran a sueldo de las grandes compañías de electricidad y telefonía. Hay cientos de trabajos publicados en revistas científicas que demuestran el daño que producen no ya las procedentes de dispositivos 5G sino las de la 2G, 3G y 4G además de otras tecnologías.

CÓMO LA 5G PUEDE PROVOCAR LA ENFERMEDAD ACHACADA A UN VIRUS

La segunda posibilidad es que las disfunciones que caracterizan a la Covid-19 las haya provocado directamente la 5G, que sus emisiones electromagnéticas sean las causantes de la hipoxia, los trombos y la reacción inmunitaria descontrolada.

Para empezar recordemos que la tecnología 5G precisa de la instalación de numerosas antenas porque utiliza la banda de transmisión de 60 GHz y en ella el alcance de las ondas es más corto al ralentizar el oxígeno su transmisión. El profesor Yuri Feldman -del Centro Médico Hadassah de Jerusalén (Israel)- investigó junto a un grupo de físicos de la Universidad Hebrea de Jerusalén los efectos de la tecnología 5G en el cuerpo humano y comprobó que más del 90% de su radiación la absorben la epidermis y las capas externas de la dermis. Y como los terminales de los conductos sudoríparos -los que expulsan el sudor- tienen una estructura helicoidal actúan como antenas de alta absorción que envían la señal al interior del organismo lo que -entre otras cosas- afecta al oxígeno, molécula diatómica formada por dos átomos que comparten sus electrones alterando las órbitas de éstos por resonancia. Una alteración que afecta a la hemoglobina que ve obstaculizada su absorción de oxígeno, grave dificultad que puede llevar a la hipoxia. Asimismo está constatado que las radiaciones bajan las defensas del sistema inmune

Hoy se sabe que los tratamientos iniciales que se aplicaron a los enfermos a los que se consideró contagiados por el SARS-CoV-2 se hicieron con la convicción de que estaban afectados de un problema respiratorio agudo similar al que causó su antecesor -el SARS-CoV– y padecían todos una especie de neumonía similar pero pronto se comprobaría el error. De hecho el uso de ventiladores en las unidades de cuidados intensivos (UCI) fue a menudo contraproducente y de ahí que cerca del 90% murieran aumentando el número de fallecidos; muertes que por supuesto se achacaron luego a la Covid-19 y no al erróneo tratamiento médico al igual que pasó con muchos ancianos enfermos que fueron abandonados sin tratamiento en las residencias de mayores al no permitirse su ingreso en los hospitales.

Serían médicos italianos quienes primero se darían cuenta de ello constatando que muchos pacientes morían en realidad por microtrombos que terminaron colapsando sus pulmones. De ello se inferiría luego, partiendo siempre de la base de que el responsable tenía que ser el coronavirus, que la causa debe estar en que éste se acopla a la hemoglobina liberando en sangre iones de hierro, la hemoglobina pierde su capacidad de unirse al oxígeno y como éste no puede ser transportado no llega hasta los principales órganos produciéndose en ellos una hipoxia que termina desembocando en la disfunción y colapso final de uno o varios. En cuanto a las opacidades bilaterales observadas realizando TAC torácicos se infirió que la causa es que el hierro liberado provoca daño oxidativo en los pulmones.

En suma, como el organismo no sabe la causa del déficit de oxígeno intenta resolver el problema sintetizando rápidamente más hemoglobina y ferritina y de ahí que sus niveles aparezcan tan altos en la sangre de esos pacientes. El resultado es que la sangre se espesa y de ahí la formación de coágulos, de microtrombos. Sería así como los médicos tendrían que empezar a distinguir entre los pacientes que realmente tienen problemas respiratorios agudos y padecen gripe o neumonía -es la época del año en que aparece el problema- y quienes tienen déficit de oxígeno por la razón que acabamos de mencionar y lo que requieren son anticoagulantes, antiinflamatorios y antibióticos en caso de infección secundaria. Pues bien, ese problema se sigue achacando hoy a un coronavirus ARN a pesar de que se ignora qué vía ha podido usar para ello pero lo cierto es que el problema pueden haberlo provocado las radiaciones de la 5G como hemos explicado antes.

Terminamos este breve apartado mencionando solo tres de los numerosos trabajos publicados que apoyan lo dicho. El primero se publicó en 2000 en Shock con el título Oxidative stress precedes circulatory failure induced by 35-GHz microwave heating (El estrés oxidativo precede a los fallos circulatorios inducidos por el calentamiento con microondas a 35 GHz). En él se sometió a ratas anestesiadas a radiofrecuencias de 35 GHz (la mitad del espectro 5G) y comprobaron que las había provocado hipertermia, hipotensión, insuficiencia circulatoria y finalmente la muerte.

Dos años después -en 2002 un grupo de investigadores rusos publicó en Biofizika el trabajo Suppression of nonspecific resistance of the body under the effect of extremely high frequency electromagnetic radiation of low intensity (Supresión de la resistencia inespecífica del organismo bajo el efecto de radiación electromagnética de muy alta frecuencia y baja intensidad) y constataron lo mismo en un grupo de ratones tras someterles a frecuencias de 42 GHz.

Y en 2010 otro grupo de investigadores publicó por su parte en Bioelectromagnetics el trabajo Protein Changes in Macrophages Inducedby Plasma From Rats Exposed to 35 GHz Millimeter Waves (Cambios de proteínas en macrófagos inducidos por plasma de ratas expuestas a ondas milimétricas de 35 GHz) en el que se afirma que las ondas milimétricas de 35 GHz elevan la temperatura de la piel y provocan cambios en la frecuencia cardíaca, la frecuencia respiratoria y la presión arterial pudiendo dar lugar ello a un colapso circulatorio.

INOCULACIÓN DE VIRUS POR RADIOFRECUENCIAS

La tercera posibilidad puede parecerle al lector la más fantasiosa y sin embargo no es en modo alguno descartable. Todo lo contrario. Recordemos que el uso de virus y bacterias como arma no es nuevo y que el incidente más antiguo documentado del uso de armas biológicas está registrado en textos hititas del 1500-1200 a.C. según los cuales personas con peste fueron llevadas a tierras enemigas para infectar a sus habitantes. Tal aberración sería imitada luego por otros pueblos incorporándose en el siglo XX agentes químicos tóxicos. En fin, que el SARS-CoV-2 puede proceder de un laboratorio dedicado a estudiar virus genéticamente modificados para ser usados como armas biológicas es algo no ya asumido sino que se ha acusado a China de ello. Algo que es plausible hoy como se desprende de numerosos trabajos.

En 2008 por ejemplo se publicó en Methods of Molecular Biology un trabajo titulado Manipulation of the Coronavirus Genome Using Targeted RNA Recombination With Interspecies Chimeric Coronaviruses (Manipulación del genoma del coronavirus utilizando recombinación de ARN dirigida con coronavirus quiméricos entre especies) según el cual es posible combinar virus para que afecten a más de una especie.

En 2015 se publicó en Nature Medicine un trabajo titulado A group of circulating bat coronavirus similar to SARS shows potential for human emergence (Un grupo de coronavirus de murciélago circulantes similares al SARS muestran potencial para provocar una emergencia en humanos) en el que se cuenta que han creado un virus quimérico -no existente en la naturaleza- insertando un gen S del virus SHC014-CoV en el SARS-CoV para que infecten los pulmones de ratones y explican que tiene una «alta capacidad de replicación» y provoca graves daños. Lo insólito -y de lo que nadie habla- es que su autor principal, Ralph Baric, asevera que el virus tiene la capacidad de transmitirse también entre humanos porque puede adherirse a la enzima convertidora de angiotensina humana II (ACE2) y replicarse en las células de las vías respiratorias humanas primarias. El abtract (resumen) del trabajo termina diciendo: «Basándonos en nuestros descubrimientos hemos creado sintéticamente un virus recombinante SHC014 infeccioso de longitud completa que posee una fuerte replicación viral tanto in vitro como in vivo. Nuestro trabajo sugiere un riesgo potencial de reaparición del SARS-CoV y de virus que circulan actualmente en poblaciones de murciélagos». Lo explicaron hace ya cinco años y se trata de una investigación chino-norteamericana en la que participó la principal especialista china en virus procedentes de murciélagos.

En suma, actualmente hay varios laboratorios -y no solo en China- que se dedican a manipular virus para lograr crear derivados que no solo infecten a una especie sino a varias -incluida la humana-, que se repliquen más rápidamente y que sean mucho más patógenos. Luego la posibilidad de que el SARS-CoV-2 exista y tenga esas propiedades no es descartable aunque a día de hoy nadie haya publicado su aislamiento, condición indispensable para conocer su ARN o ADN y secuenciarlo. Cabe pues dudar aún de que el ARN facilitado por los chinos sea auténtico.

Lo que nadie explica es cómo, si existe, ha podido contagiar rápidamente a tantas personas de todos los continentes y, sobre todo, por qué los afectados viven principalmente allí donde se han instalado más antenas de la tecnología 5G. De hecho en los países limítrofes en los que no se ha instalado el número de presuntos «contagiados» y» muertos» por el coronavirus es mucho menor. ¿A qué espera pues la Organización Mundial de la Salud para dar una explicación racional y creíble en lugar de limitarse a negar las evidencias? Porque todo ello tendría explicación si resultara que el virus -o la «información patógena» que sea- se inocula en nosotros ¡implantándonos el ARN del SARS-CoV-2 mediante radiaciones electromagnéticas! Explicaría hasta lo que Bartomeu Payarés denomina el “efecto frontera” de esta pandemia.

LA FUNDAMENTACIÓN

Para que el lector entienda que no se trata de una mera especulación fantasiosa vamos a recordar investigaciones y trabajos que la mayoría de la gente desconoce salvo que sea lector habitual de nuestra revista. Y vamos a empezar citando al Premio Nobel de Medicina de 2008 Luc Montagnier porque gracias a sus trabajos hoy sabemos que todo ADN bacteriano y viral emite una radiación electromagnética de baja frecuencia propia que puede transmitirse tecnológicamente. La comunidad científica optó por ignorar sus descubrimientos porque pone patas arriba la Biología y de ahí que Montagnier declarara: “El día que admitamos que las señales electromagnéticas pueden tener efectos tangibles las utilizaremos. A partir de ese momento podremos tratar pacientes con ondas electromagnéticas aunque obviamente es un nuevo dominio de la Medicina que mucha gente teme; especialmente la industria farmacéutica”. Comentario que demuestra que hasta Montagnier ignora que tales dispositivos ya existen y se comercializan desde hace años.

Es más, se sabe desde hace más de un siglo que los mecanismos de la vida, los más elementales, allá dónde la realidad física termina, están regulados por oscilaciones electromagnéticas como consecuencia de que a cada átomo le corresponde un campo eléctrico. De hecho la coordinación intracelular e inter-orgánica se realiza en base a ondas electromagnéticas cargadas de la información necesaria para el buen orden metabólico, probablemente moderadas por una matriz enraizada en campos magnéticos ubicados a nivel cuántico.

Fue el conocido histólogo ruso Alexander Gurwitsch (1874-1954) quien concluyó que la división celular requiere un impulso externo, una señal proveniente del exterior que activa la mitosis. Impulso externo que no sería sino una señal electromagnética a determinada frecuencia que excitaría los receptores moleculares de la superficie celular. Fueron sus trabajos con bacterias y células los que revelaron al mundo la existencia de esa “radiación mitogénica” -así la llamó- que desde entonces ha sido objeto de más de un millar de estudios, muchos de ellos publicados en revistas de alta calificación.

En la búsqueda de la huella electromagnética de la vida está otro ruso, el físico Georges Lakovsky (1870-1942), autor de la Teoría de la oscilación celular según la cual “la vida es una cuestión de ondas electromagnéticas y se basa en los principios de resonancia”. De ahí que a su juicio pueda decirse que las células vivas son “como pequeños osciladores que emiten y reciben información”.

Poco tiempo después el estadounidense Royal Raymond Rife (1888-1971) construiría pieza a pieza -cerca de 6.000- su Microscopio Universal, capaz de aumentar los objetos hasta 50.000 veces siendo la primera persona del mundo en visualizar un virus; es más, en 1931 afirmaría haber descubierto uno que causa cáncer y para demostrarlo provocó 400 tumores partiendo del mismo cultivo viral investigando luego cómo destruir ése y otros posibles virus cancerosos. Fue así como comprobó que el mejor método es la biorresonancia. Averiguó primero a qué frecuencia vibraban los distintos virus y bacterias y luego constató que emitiendo esa misma frecuencia hacia ellos pero incrementando su intensidad se pueden destruir. De hecho elaboró una lista que llamó Mortal Oscillatory Rates of specific pathogens (MORs) o Tasas oscilatorias mortales de patógenos específicos con las frecuencias vibratorias de numerosos patógenos causantes de enfermedades como el ántrax, la difteria, la sífilis, el tétanos, la tuberculosis, la influenza (el virus de la gripe) la neumonía, entre otras.

«Después de aislar virus y otros organismos patógenos -contaría- pensé que igual era posible utilizar una frecuencia que resonara con sus constituyentes químicos y así desvitalizarlos (…) En 1931 descubrí cómo un virus transformaba una célula en cancerosa y luego cómo destruirlo con éxito, método de emisión de frecuencias que es eficaz para esa y otras enfermedades como pude observar directamente a través de mi Microscopio Universal. Se trata de un tratamiento con el que no se destruye ningún tejido, no se siente ningún dolor, no se oye ningún ruido y no se nota ninguna sensación. Un tubo se enciende y 3 minutos después el tratamiento se completa. El virus o la bacteria queda destruido y el cuerpo se recupera de forma natural del efecto tóxico de ese virus y/o bacteria”. Bueno, pues tan increíble descubrimiento sería inmediatamente silenciado (lea en nuestra web –www.dsalud.com– el reportaje que con el título Royal Raymond Rife y la destrucción de virus causantes de cáncer mediante radiofrecuencias apareció en el nº 96).

Ya en nuestros días cabe citar a la doctora Hulda Clark (1928-2009) quien aseveraba que todo microorganismo invasor patógeno puede ser destruido exponiéndolo a campos de la misma frecuencia en la que vibra y desarrolló un aparato que lo hace y se comercializa desde hace mucho tiempo: el Zapper. Hablamos de un generador de pulsos que puede emitir frecuencias entre 50 KHz y 900 Khz (vea el artículo que con el título El tratamiento del cáncer según la doctora Hulda Clark apareció en el nº 55).

Y, por supuesto, debemos mencionar los trabajos del doctor Franz Morell y el ingeniero alemán Erich Rasche quienes desarrollaron el MORA, un dispositivo capaz de captar las ondas negativas de los microorganismos patógenos de nuestro cuerpo y luego emitir ondas electromagnéticas de la misma longitud, alineadas espacialmente, igual de intensas y emitidas al mismo tiempo pero invertidas que permiten inactivarlos o destruirlos.

EL AGUA DEL CUERPO ES ¡CRISTAL LÍQUIDO!

Mención aparte en esta breve relación merece la bioquímica y bióloga mexicana Esther del Río -miembro de nuestro Consejo Asesor- quien estudiando la naturaleza del agua interna de nuestros organismos constató que es en su mayor parte cristal líquido en forma de clatratos (H2O)37, es decir, un estado intermedio de la materia estable ¡que posee las propiedades de los líquidos y los cristales ópticos! Ello explica que la luz -y, por ende, la energía- pueda recorrer nuestro organismo a velocidades increíbles transmitiendo información y que sea incluso capaz de “almacenar” datos, información. De hecho asevera que la interrupción de esa transmisión en una zona concreta del cuerpo puede bloquearla al quedar aislada tanto a nivel fotónico como electromagnético llevando a la persona a enfermar (lea en nuestra web –www.dsalud.com– el artículo que con el título Por las venas corre ¡luz! apareció en el nº 85).

El primero en hablar de microcristales como una fase del agua fue el dos veces Premio Nobel Linus Pauling (1901-1994) en la década de los 50 del pasado XX pero es la doctora Esther del Río quien fue más allá y descubrió que es el agua lo que permite la conexión electromagnética y fotónica de todo el cuerpo, que es través de ella como circula la energía vital del organismo de la que han hablado siempre las culturas orientales dando así soporte científico a diversas terapias energéticas; entre ellas a la Homeopatía y la Acupuntura. En pocas palabras, nuestro organismo es en realidad como un gran ordenador capaz de relacionarse en millonésimas de segundo tanto con el interior como con el exterior así como con el disco duro -el cerebro- haciéndonos virtualmente seres cibernéticos. ¿Cómo no nos van a afectar pues las radiaciones electromagnéticas? ¿De hecho cómo creen quienes niegan algo tan evidente que funcionan los electrocardiogramas, los electroencefalógrafos, los marcapasos, los desfibriladores o los TAC, entre otros muchos dispositivos? Negar la naturaleza bioeléctrica de nuestros cuerpos solo denota ignorancia.

EL ADN PUEDE TRASMITIRSE MEDIANTE ONDAS ELECTROMAGNÉTICAS

Hecho este breve preámbulo -que nos ha parecido necesario dada la cantidad de ignorantes y sinvergüenzas al servicio de intereses bastardos que niegan la posibilidad de que las radiaciones electromagnéticas nos afecten- vamos a recordar ahora algunos de los trabajos de Luc Montagnier relacionados con este tema, novedosa línea de investigación cuyos resultados plasmó en tres artículos: Electromagnetic Signals Are Produced by Aqueous Nanostructures Derived from Bacterial DNA Sequences (Señales electromagnéticas producidas por nanoestructuras acuosas derivadas de secuencias de ADN bacteriano) (2009), DNA waves anda wáter (Ondas de ADN y agua) (2010) y Transduction of DNA information through wáter and electromagnetic waves (Transducción de información de ADN a través de agua y ondas electromagnéticas) (2015). Se trata de tres trabajos de indudable valor -considerados “heréticos”- en los que Montagnier explica que la información genética de virus y bacterias puede transmitirse electromagnéticamente al agua.

Utilizando un dispositivo de amplificación inventado en la década de los ochenta por el Dr. Jacques Benveniste para capturar las emisiones de luz ultrabajas de las células Montagnier filtró las partículas de ADN bacteriano presentes en un tubo con agua, diluyó el líquido homeopáticamente hasta que no hubiera materia alguna y descubrió que aún así el líquido continuaba emitiendo ondas de frecuencia ultrabaja.

Pues bien, al menos dos ideas básicas pueden extraerse de su investigación: la primera es que si el ADN de virus y bacterias es capaz de transmitir al agua su “huella electromagnética” lo lógico es que ocurra lo mismo con cualquier otra entidad viva; y la segunda es que si esa huella electromagnética puede transmitirse entre recipientes separados físicamente debe ser posible también mediante la emisión de radiofrecuencias actuar sobre el agua interna de cualquier ser vivo, incluidos los humanos; tanto positiva como negativamente. Especialmente sabiendo que nuestra agua interna está en realidad compuesta de cristales líquidos en forma de clatratos que permiten que los fotones viajen a velocidades increíbles por el organismo transmitiendo información como antes comentamos.

Ignoramos si Montagnier tiene conocimiento de esto aunque suponemos que no. Como ignoramos si sabe que antes que él otros investigadores constataron que se pueden transmitir al agua –y a un organismo- frecuencias benéficas o patógenas –es decir, “informaciones”- mediante dispositivos electrónicos como ya en varios artículos hemos explicado en la revista.

Lo que el equipo de Montagnier sí ha descubierto es que la información electromagnética viral o bacteriana presente en forma de nanoestructuras en un recipiente ¡puede transmitirse por mera biorresonancia a otro recipiente con agua pura poniendo simplemente los dos en contacto físico. Es decir, que la información patógena presente en forma de nanoestructuras inmateriales del agua que inicialmente contuvo el virus o la bacteria puede transmitirse por biorresonancia a un recipiente sin que los líquidos estén en contacto. Y no solo eso: comprobaron que el agua del nuevo recipiente que jamás estuvo en contacto directo con patógeno alguno tenía capacidad infecciosa. Mayúscula sorpresa que les llevaría a preguntarse si bastaba además esa información o huella electromagnética para encontrar la secuencia de ADN del envase original. Para resolver la cuestión añadieron al tubo de agua receptor todos los ingredientes necesarios para sintetizar el ADN por reacción en cadena de la polimerasa (nucleótidos, cebadores, polimerasa). La amplificación se realizó bajo condiciones clásicas (35 ciclos) de la técnica PCR en un termociclador -aparato que permite realizar los ciclos de temperaturas necesarios para amplificar el ADN- y lograron detectar un fragmento del ADN original cuya secuencia era idéntica en un 98%.

En suma, una información patógena puede transmitirse por biorresonancia pero también mediante dispositivos de transmisión electromagnética. El propio Montagnier lo demostró como en la revista dimos a conocer hace ya ¡9 años! en el reportaje que con el título Luc Montagnier: el ADN transmite electromagnéticamente información al agua apareció en el nº 138 -correspondiente a mayo de 2011- de Discovery Salud y puede leer en  www.dsalud.com.

El experimento al que nos referimos se realizó por primera vez en julio de 2005 y se repitió y filmó para un documental que se emitió en 2103 en el canal de televisión del país galo France 5. En un laboratorio de París se tomó un fragmento de ADN viral –presuntamente del VIH-, se echó en un recipiente de agua a una concentración de 2 ng/ml y a continuación se filtró para luego diluirla en 9 partes de agua estéril operación que se repitió sucesivamente diez veces. Comprobado que del tubo seguía emanando una débil señal electromagnética se grabó y guardó en un archivo digital wav de 6 segundos de duración. La señal digital se enviaría entonces por correo electrónico a Italia donde la recibieron el profesor de Biología Molecular de la Universidad de Samnio Benevento Vittorio Colantuani y el profesor de Física de la Universidad de Salerno Giuseppe Vitiello. Recibida la señal electromagnética se emitiría durante una hora sobre un tubo sellado que contenía agua pura y a continuación se sometió su contenido a la técnica PCR encontrándose que daba positivo con una similitud respecto al ADN original del 98%. La transducción había funcionado.

Fue tan llamativo que varios laboratorios italianos y alemanes repetirían el experimento para corroborar si era cierto como se recuerda en el propio trabajo que el equipo de Montagnier publicaría en 2015 en Electromagnetic Biology and Medicine con el título Transduction of DNA information through wáter (Transducción de información de ADN a través del agua). Uno de ellos en la Universidad de Göttingen (Alemania) usando un archivo grabado y digitalizado procedente del ADN ribosómico de la Borrelia burgdorferi, garrapata causante de la Enfermedad de Lyme. La señal digital se envió vía internet desde el laboratorio francés siendo luego convertida en analógica, amplificada y conectada a un solenoide en el que se insertó un tubo de agua que se sometió a un campo magnético modulado durante una hora. Usada de nuevo la técnica PCR se detectaría el ADN original tras 40 ciclos de amplificación.

Y por cierto: Luc Montagnier se fue a trabajar en 2010 a uno de los centros tecnológicos más importantes del mundo ubicado ¡en la Universidad Jiao Tong de Shanghái (China)!

Una vez digitalizada la señal del virus se convertiría de nuevo en una señal electromagnética transmisible y, por ejemplo, se podría integrar de forma similar a los infrasonidos en las señales de telecomunicación habituales al pasar por las estaciones base o bien emitirse como única señal imperceptible en momentos y lugares determinados.

Terminamos recordando que los infrasonidos de entre 0 y 16/20 Hz -imperceptibles para el oído humano- se propagan muy bien en el aire pero también en el agua, el gas, la tierra y las estructuras sólidas, y que las señales electromagnéticas utilizadas por Montagnier son emisiones de muy baja frecuencia. Según reconocieron en 2011 los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos pueden producir fatiga, trastornos de sueño, pérdida auditiva, apatía, confusión, náuseas y desorientación. Hablamos de sonidos inaudibles para nosotros que sin embargo pueden alterar nuestro organismo e incluso dañarnos. Poca gente lo sabe pero se han usado en películas -sin informar al público de ello- para inducir ansiedad, tristeza, angustia, palpitaciones, temblores o miedo. Así lo reconocieron por ejemplo los productores del thriller psicológico Irreversible (2002) de Gaspar Noé; los primeros treinta minutos de la película llevaban una composición musical que emitía a unos 27 Hz, difícil de escuchar pero que se sentía en el tórax y algunos espectadores confesaron sentirse desorientados y enfermos durante ese tiempo.

En fin, de lo reseñado de manera somera en las líneas precedentes se desprende que la posibilidad de que pueda transmitirse directamente a seres humanos –seres cibernéticos compuestos de un 80/85% de agua buena parte de la cual tiene forma de clatratos- información patógena mediante emisiones electromagnéticas no es en modo alguno descabellada. Que haya sido o no así es lo que habrá que dilucidar.

Artículo publicado en el Blog Terraindomita
Artículo publicado en la revista Discovery Salud Número 238 – Junio 2020

Bartomeu Payeras y las 3 cepas

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